Cómo ser un revolucionario

Julián Darío Socha JiménezVivimos en un país que nunca entendió cómo ser un revolucionario verdadero, uno que en realidad haga la diferencia y ayude a transformar las injusticias.

Me gustaría empezar contándoles una pequeña anécdota personal. Hace años, cuando vivía fuera del país y trabajaba como auditor nocturno en un hotel, siendo las dos de la madrugada llegó al hotel una joven marroquí en avanzado estado de embarazo (lo supe por su atuendo y su acento al hablar).

¡Por tu madre! por lo que más ames en la vida, véndeme un paquete de cigarrillos – me dijo con voz nerviosa y lavada en llanto.

Me contó que llevaba caminando por una hora desde una población cercana buscando un estanco (tienda de tabaco) abierto o un bar, donde le vendieran cigarrillos para su marido que estaba en casa borracho y hecho una furia.

¡Mi marido me odia por darle una puta en vez de un varón! – Se lamentó mientras se tocaba la barriga.

Cuando escuché eso, un profundo vacío se vino sobre mi, fue como un baldado de agua helada recorriendo toda mi espalda y que me hizo reaccionar.

¿Cómo? – Sólo pude decir.

Asi que sin hacer más preguntas, fui hasta la máquina de tabaco, saqué un paquete y cuando se lo entregué le dije:

Tu eres muy valiosa y fuerte como para pasar tu vida con un hombre así. No me quiero meter, pero por favor piensa en tu hija y el tipo de padre que va tener. En este país las cosas son diferentes y no serás la primera ni la última madre soltera.

Ella se secó las lágrimas, sonrió, me dio las gracias y se fue.


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Desconozco su futuro y si habrá podido dar ese salto de fe y abandonar ese paradigma sociocultural que la subyuga a un marido y a las normas religiosas. Pero lo que si entendí es que hay mucha gente que necesita ayuda y que no sabe cómo pedirla, porque se siente atrapada en un sistema que le dicta cómo pensar, qué comer y cómo actuar.

Y aunque parezca una realidad lejana a nuestra sociedad, no podemos negar que en Colombia las mujeres viven aún en muchos casos, sometidas a un sistema machista, tradicional y arcaico, que revictimiza a las mujeres y justifica y esconde a sus agresores.

Un sistema que con base a mentiras ha taladrado la mente de las personas, manipulando así la percepción que como sociedad podemos tener de LA VERDAD.


“Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”
Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda Nazi –


Colombia es uno de esos lugares donde algunos conceptos se han manipulado o malentendido, porque resulta que se nos vendió la idea que un revolucionario es un criminal vestido de camuflado que dice luchar por el pueblo, pero que en realidad actúa con violencia contra él.

Estas personas en verdad no son revolucionarios, son sencillamente delincuentes, asesinos que quitan vidas y destruyen familias debido a su incapacidad de amar y a su falta de talento para vivir. Ellos prostituyeron la palabra revolución.

Un verdadero revolucionario es alguien que se entrega en servicio a los demás, no solo ama su hogar y familia, sino que ama su comunidad, sus raíces y a la naturaleza.

Una verdadera revolucionaria es una madre soltera que saca adelante a sus hijos sin importar el concepto que tenga de ella la sociedad. Un verdadero revolucionario es alguien que llega a un parque con una gran bolsa negra y recoge toda la basura que haya en ese lugar.

Un auténtico rebelde es quien cada domingo reúne fondos para preparar comida y alimentar a los habitantes de calle de la ciudad, un verdadero agitador es quien visita a estas mismas personas para bañarlas, vestirlas y curarles las heridas.


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Un verdadero revolucionario, es un empresario que pone por encima de las utilidades a las personas y al medio ambiente. Un político que no acepta sobornos y no cobra comisiones, un estudiante que no hace trampa en los exámenes o un empleado que se esfuerza por ser productivo en su trabajo.

Y quizá esta revolución empiece en los hogares, donde los padres vuelvan a implantar los valores y el anhelo en los niños por ser curiosos, por cuestionar el statu quo y no tragar entero, para así dar el paso a las aulas de clase para que dejen de ser espacios de educación industrial, donde solo se enseña a repetir y memorizar (aunque ya hay valientes profes dando pasos hacia la (r)evolución).

Entendamos que la revolución del siglo XXI es la de la conciencia, ser las ovejas negras que piensan diferente a ser consumistas, que no juzgan, que no critican y que no agreden.

Eso es ser un REVOLUCIONARIO.

Por: Julián Socha


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