La leyenda de Tarquentarque

La leyenda de Tarquentarque

Mariposa Mimosa se sentó en la panza de Tarquentarque y le hizo cosquillas al gran Cacique.

“Tengo treinta y cuatro hijos, pero ninguna hija”, se lamentó.

“Poderos cacique, si sigues mis consejos, muy pronto tendrás una hija tan bella que toda la selva la deseará como su reina”, zumbó la mariposa.

“¿Y cómo voy a lograrlo?”, preguntó el cacique antes de recoger su estómago, el cual flotaba sobre la superficie del agua, para depositarlo encima de la tierra.

“Claro, escucha bien, poderoso cacique. Tú no has sido bueno con la selva que crece alrededor de tu pueblo, ¿cierto? Has talado muchos árboles y arrasado plantas con las más bellas flores para hacerle lugar a las raíces de tus mandiocas. Lo único que has sembrado son mandiocas, para ti no ha habido algo más que valga la pena, pero ahora vas a ir al bosque junto con todos tus hijos para recoger frutas y semillas de todo tipo de vegetación que en encuentren. Cada uno de tus hijos deberá recolectar distintos frutos y semillas, ninguno deberá repetir la misma fruta o semilla. Todo deberá ser sembrado y plantado alrededor del pueblo. Pasado un tiempo, cuando las nuevas plantas y flores hayan crecido, ya no habrá lugar para las raíces de tus mandiocas, gran cacique. Tienes que cuidar de ellos, ninguna planta debe marchitarse o morir para que un día puedas ver a mis parientes, en todos los colores del arcoíris, venir volando de la selva para depositar sus huevos sobre las hojas de la planta que cada uno seleccione. Pasado un tiempo los huevos se convertirán en larvas y las larvas en crisálidas. Y ahora tienes que escuchar muy bien, poderoso cacique: vas a estudiar con detenimiento estas crisálidas porque una de las es más grande que las otras. Si logras encontrarla, debes llevarla a la mujer que más aprecias de todas tus esposas y pedirle que se la trague entera, nada de masticarla en pedazos. Entonces deberás hacerle el amor con todo tu señorío. Antes de que acabe el año, ella te habrá dado una hija que tanto los humanos como los animales llamarán Pandereta de la Selva. Será tan bella que todos sus movimientos serán música. Gracias a ella tus parientes vivirán en incontables generaciones”. Dicho esto, la Mariposa Mimosa voló y se perdió en la selva.

El pobre cacique con el enorme vientre no sabía realmente qué creer, pero decidió hacer lo que la mariposa le había sugerido. Muy pronto crecieron las plantas más curiosas que se hubieran visto en torno al pueblo, las mismas fueron cuidadas y vigiladas meticulosamente por Tarquentarque. Este trabajo, unido a la falta de raíces para elaborar licor de mandioca, hizo que su estómago se encogiera gradualmente hasta volver a verse normal.

Luego de que las mariposas habían estado ahí para dejar sus huevos, de que los huevos se convirtieran en larvas y las larvas en crisálidas, Tarquentarque encontró, tras una búsqueda exhaustiva, a la más grande de las crisálidas. Para su decepción, la encontró debajo de las hojas más deshilachadas y feas de un arbusto retorcido que no tenía ni flores hermosas ni bayas de buen sabor.


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Luego fue con la única de sus esposas que, a pesar de no haberle dado ni un hijo, consideraba como la indicada y le pidió tragar la crisálida completa. Las siguientes noches hizo el amor con ella como nunca antes lo había hecho con nadie y casi un año después nació una niña bien formada. La hija de Tarquentarque era tan encantadora que los ojos del líder tribal se inundaron de lágrimas.

A partir de ese día, el cacique obojo declaró sagradas a todas las plantas de la selva. Aquel que destruyera una planta sin que se hubieran echado semillas de su tipo sobre la tierra, sin importar lo feo o poco provechosa que ésta fuera, sufriría una enfermedad mortal y tendría una muerte miserable. Así ordenó Tarquentarque que sería para la eternidad, y así lo es.


Fragmento tomado del libro MENGELE ZOO de Gert Nygårdshaug. Una novela con un poderoso mensaje ambiental que recomendamos leer con prudencia.

MENGELE ZOO de Gert Nygardshaug

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